Cómo ser la voz que tu esposo escucha

Descripción

Fragmento del libro Cómo ser la voz que tu esposo escucha:

¿Alguna vez has notado que tanto las mujeres como los hombres les atraen por naturaleza ciertos hombres? A la gente le gusta estar alrededor de ese tipo de hombre. No puedes precisar lo que es, pero sabes que te agrada. Cuando entra a un lugar o camina por la calle, la gente lo nota en seguida: ven algo diferente en él. No es que sea bien parecido en particular ni que tenga muchos logros; solo hay algo vigorizante y atractivo en él.

Estar cerca de él es refrescante y uno se siente seguro. Acabas de conocer la masculinidad auténtica. Es raro hallarla, pero existe. Y es lo que más debes alentar en tu hombre. ¿Cómo reconoces la masculinidad saludable cuando la veas? Rara vez está modelada en la televisión, en los periódicos, en vídeos musicales o en las películas. Es más, si miras lo que a menudo presentan los medios de comunicación, hallarás lo opuesto de lo que es una masculinidad saludable.

Casi nunca la verás modelada en la política, los círculos académicos, los centros de trabajo, las sedes deportivas y hasta en la iglesia. Para vergüenza de nuestra cultura, la mayoría de las veces ni siquiera se considera una virtud.

¿Cómo puede una mujer utilizar su magnífica influencia para ayudar a un hombre a alcanzar todo su potencial si no sabe cómo debería ser su potencial? He observado que algunas mujeres no saben reconocer la masculinidad auténtica. Así que empecemos explorando cómo la cultura ha influido negativamente en la masculinidad, qué es la masculinidad sana y, lo que es más importante, qué papel desempeña una mujer en la creación y el fomento de la masculinidad auténtica.

Nuestra cultura fomenta en los hombres comportamientos poco saludables para los matrimonios y las familias. La pornografía ya no es una actividad oculta y vergonzosa; es uno los sectores de más rápido crecimiento de nuestra economía. La promiscuidad sexual y el adulterio ya no son tabúes sociales; la gente mira para otro lado. Aun el consumo recreativo del alcohol y las drogas, si bien no se alienta, se tolera.

Las adicciones, ya sean de naturaleza química o sexual, son «enfermedades» de las que nadie tiene la culpa. Nuestra sociedad ni siquiera mira con recelo el hecho de abandonar a tu familia si ya no eres feliz. Los restos de estas acciones y actitudes están diseminados por nuestro paisaje cultural en forma de familias y corazones rotos.