Locos de Amor: Usa tu Cabeza en asuntos del Corazón

Descripción

Fragmento del libro Locos de Amor: Usa tu Cabeza en Asuntos del Corazón:

Para nuestra joven pareja romántica, es demasiado maravilloso contemplarlo. Quieren estar juntos las veinticuatro horas del día: caminar bajo la lluvia, sentarse juntos al lado del fuego, besarse y abrazarse. Se les llenan los ojos de lágrimas con solo pensar en el otro.
Y no hace falta mucho tiempo para que se proponga en sí el asunto del matrimonio. De modo que fijan la fecha, reservan el templo, se comunican con el ministro y ordenan las flores.

La gran noche llega en medio de las lágrimas de la madre, las sonrisas del papá, la envidia de las damas de honor y de las asustadas damitas de las flores. Las velas están encendidas y la hermana de la novia despedaza dos hermosas canciones. Luego, se murmuran los votos, se colocan los anillos en los temblorosos dedos y el predicador le dice al novio que puede besar a su esposa. Después, se apresuran por el pasillo, destellando los treinta y dos dientes, en el camino hacia la recepción.

Los amigos y los conocidos abrazan y besan a la novia y miran al novio, se comen la horrible tarta y siguen las instrucciones del sudado fotógrafo. Por último, los flamantes señor y señora se marchan de la fiesta bajo una lluvia de arroz y confetis, y parten para su luna de miel. Hasta el momento, el sueño permanece intacto, pero están viviendo en un tiempo prestado.

No solo la primera noche en el hotel es menos excitante que lo anunciado, sino que también se transforma en un cómico desastre. Ella está exhausta y tensa, y él se siente cortado y falso. Desde el principio, la relación sexual está marcada con la amenaza del posible fracaso.

Sus grandes expectativas acerca de la cama matrimonial traen como resultado decepción, frustración y miedo. Puesto que la mayoría de los seres humanos tiene un casi neurótico deseo de sentirse sexualmente adecuado, cada pareja tiende a culparse entre sí por cualquier problema con el orgasmo, lo cual, a la larga, le añade una nota de enojo y resentimiento a su relación.

Alrededor de las tres en punto de la tarde del segundo día, el nuevo esposo dedica diez minutos para pensar en la fatídica pregunta: «¿Habré cometido un grave error?». El silencio de él incrementa las ansiedades de ella, y brotan las semillas del desencanto. Cada uno tiene muchísimo tiempo para pensar respecto a las consecuencias de esta nueva relación, y ambos comienzan a sentirse atrapados.

Su argumento inicial es algo tonto. Pelean durante un rato por el dinero que gastaron en la comida de la tercera noche de la luna de miel. Ella quiere ir a algún lugar romántico para recuperar la atmósfera, y él quiere ir a comer con Ronald McDonald.